#Sinfronteras 7: Desde Costa de Marfil
Aunque su castellano es
legible y dice haber viajado mucho, Antonio Ocaña es de pueblo. Corral de
Calatrava para ser más exactos, donde nació, creció y ganó un concurso regional
de ingesta de croquetas en casa de su abuela: veintidós, sin nada de agua entre
ellas. El destino o quién sabe qué le ha colocado en África Occidental por unos
años y desde La Veleta Internacional hemos aprovechado para hacerle algunas preguntas.
1. ¿Al comenzar el programa ICEX, imaginaste en algún
momento que tres años después estarías viviendo en Abijan?
El día que me dijeron mi
destino, justo antes de que se me cayera la lagrimilla, escribí a mi madre y le
dije: “Mamá, ya tengo destino para el año que viene: Abidjan”. Ella contesto:
“Me alegro mucho hijo, pero ¿dónde está eso?”. Fue una pregunta muy inocente
pero la verdad es que no la supe responder, como tampoco sabía absolutamente
nada del país, la cultura, la lengua o si había algún actor de Hollywood con
descendencia en el territorio.
Conocía, eso sí, a Didier Drogba, que ha resultado ser mucho más que un simple jugador
de fútbol en este país, y que, entre otras cosas, consiguió parar un conflicto
civil y unificar un país que venía de una crisis socioeconómica tremenda. Para
los que creen que el fútbol es un deporte más, he aquí un buen ejemplo de por
qué mueve hoy en día lo que mueve.
El caso es que no, no me
lo esperaba y aún sigo sin creérmelo. Llegué aquí sin querer y voy a estar al menos
dos años, quién me lo diría. A mi pobre abuela le va a dar algo.
2. ¿Qué razones te motivaron finalmente para escoger
un destino tan exótico?
Ninguna porque no lo
elegí, ni siquiera estaba en la lista de mis destinos. Entré a este país bastante
perdido, como quien entra a Ikea, muy seguro de que venía a hacer algo pero sin
saber muy bien el qué. Y es curioso porque cuando llegas a un sitio sin
expectativas (ni buenas ni malas) la experiencia es mucho más real y objetiva. Te
permite juzgar con tu propio paraguas de sensaciones y contar tu realidad, sin
ideas preconcebidas respecto a lo que te vas a enfrentar. No tenía ni idea de
qué me iba a encontrar porque por mucho que leas sobre África es muy complicado
que te lo cuenten. Tiene uno que vivirlo.
3. ¿Cuál es tu balance de tu experiencia en Costa de Marfil hasta la fecha y las
mayores dificultades con las que te has encontrado?
El balance es claramente
positivo porque de otra manera no seguiría por aquí abajo. Dentro del desorden
y el a veces incontenible caos de Abidjan he encontrado cierto equilibrio y lo
cierto es que sigo sin saber muy bien por qué. Supongo que tiene que ver con el
tiempo, el ritmo de vida, la gestión diaria de las horas. Parece que en Europa
acabamos los días y nos falta tiempo para todo: hoy no he ido al gym, hoy no he
podido hacer la compra, se me ha olvidado hacer esto, etc, algo que aquí no me
pasa. Quizás sea por los horarios o por el estilo de vida, pero tengo la
sensación de que hago más cosas de las que hacía antes, de que tengo más tiempo
para mí que nunca. Y esto parece una tontería pero es algo que yo cada vez
valoro más, porque soy joven y muy tonto y me apunto a todo lo que parezca un
poco interesante, que suele ser casi todo a lo que me invitan.
¿Dificultades? Aquí hay
que tomar la pregunta con cuidado. ¿Qué son dificultades? Partamos de la base
de que vivo en un país donde el salario medio (el mínimo no existe) es de unos
90 euros al mes, de que la mayoría de la población roza el umbral de pobreza
(aunque no haya hambre) y que la clase media, aunque creciente, es
prácticamente inexistente. En este contexto, que un blanco con un sueldo
correcto y trabajando en embajadas e instituciones multilaterales hable de
dificultades puede sonar a risa. Sí, no hablaba mucho francés cuando llegué y
tuve que amueblar mi casa entera, pero no creo que haya tenido unos problemas
de adaptación tremendos, porque vienes arropado por una comunidad de
expatriados que viven, en términos generales, por encima de sus posibilidades.
No podemos olvidar tampoco que vivo en Abidjan, una urbe de más de 5 millones
de habitantes, según donde se cuente, con restaurantes europeos, buenas
infraestructuras y una oferta cultural bastante activa. En fin, he tenido
algunas dificultades, como todos cuando tienen que empezar de cero, pero no ha
sido para tanto.
4. ¿Qué está suponiendo la oportunidad de trabajar en
un organismo multilateral como el Banco Africano de Desarrollo, como es tu día
a día?
Llevo poco tiempo en el
Banco como para hacerme una opinión formada, pero parece que voy a estar
entretenido. Estoy en un departamento bastante transversal y trabajo con gente
de todas partes del mundo. El intercambio cultural es tremendo. El otro día
vino a dar una charla Koffi Anan, que no dijo nada del otro mundo, pero que te
hace bajar a la conferencia y fomenta sin quererlo otro tipo de conversación en
los pasillos. Ahora cuando tomo el café hablo más de lo que ha dicho Koffi Anan
y menos sobre cómo es posible que Sergio Ramos haya metido otro gol en el
último minuto, que por otro lado, es siempre un buen tema de conversación.
5. ¿De los múltiples viajes que has realizado por
África Occidental con cual te quedas y qué destino te ha impactado más tanto
para bien como para mal?
Uff, complicada ésta. He
tenido la oportunidad de viajar bastante por África del Oeste y algo del Este,
por trabajo y por placer, y la verdad es que de cada sitio me he traído una
sensación nueva. Ninguno me ha dejado indiferente, algo que dice mucho sobre
este continente.
En líneas generales diría
que para viajar por aquí uno tiene que cambiar la idea preconcebida de turismo.
Aquí no se viene a ver monumentos, ni a
visitar museos ni a ver plazas. Digamos que éste es un turismo de sensaciones,
de hablar con gente, de olores y sabores. Una vez iba en un taxi por Abidjan y
le decía al tipo: “¿Qué se puede ver en Abidjan?, y me empezó a citar barrios
que no tenían nada de turístico. Entonces le pregunté: “Pero… ¿Qué hay que ver
ahí?” y el tipo me decía: “¿Cómo que qué hay que ver? ¡Personas!” como
diciendo, “¿te parece poco, cabrón?”. Pues eso, con ver personas aquí a veces
es más que suficiente.
Me gusta especialmente cuando
voy a sitios algo más remotos donde no están tan acostumbrados a ver a turistas
en general y a blancos en particular. Es como retroceder en el tiempo. Hay
situaciones que te dan un vuelco al corazón y te hacen replantearte muchas
cosas. Hasta que no sales a este tipo de sitios no te das cuenta lo que es
realmente África y lo sumamente afortunado que eres por el simple hecho de
haber nacido algunos cientos de kilómetros más arriba. La expresión “vivo en
África” tiene mucho de relativo.
6. ¿Por último que consejo darías a cualquier
joven que quiera enfocar su carrera en
el Mundo de las Instituciones Multilaterales?
Todavía no me siento lo
suficientemente cómodo como para dar consejos sobre nada en la vida, y mucho
menos en un organismo en el que llevo tan poco tiempo. Trabajar en un organismo
multilateral es tan legítimo como trabajar en cualquier otro sitio. Tienes días
buenos y días malos, conoces a gente inspiradora y a gente que es mejor
olvidar, como en todos los trabajos. No
se trata del sitio en el que trabajes ni el nombre del puesto que ocupas, se
trata de salir de la oficina con la sensación de que eres un poquito mejor que
antes.
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