Bosnia-Herzegovina: El rincón olvidado de Europa
Existen
una serie de países que no merecen la atención mediática. Alejados de los
focos, la ausencia de guerras, tramas de
corrupción o su nula presencia en los mercados financieros hace que su
existencia pase prácticamente inadvertida. Es el caso de Bosnia Herzegovina, esa
república surgida en pleno contexto bélico en el año 1992 en la mayor barbarie
cometida en el viejo continente desde la II Guerra Mundial. Aún 20 años después
muchos se siguen preguntando cómo fue posible que se cometiesen tales crímenes
a apenas "dos horas de avión".
Mientras
Europa asistía con gozo a la caída del muro de Berlín y la reconciliación del
Mundo capitalista con los vecinos del este, la desmembración del bloque
comunista fue compleja y muy distinta según los países. Así conviene recordar
la suave transición en Polonia ya orquestada por Solidarnosc
de Lech Walesa con el inestimable apoyo del Papa Juan Pablo II, la transición
de terciopelo de Checoslovaquia a las más violentas de la Rumanía de Ceaucescu. En ese amplio espectro la de
Yugoslavia[1] fue sin duda la más
sangrienta. Remontándose uno años atrás vemos porqué se conocía esta región
como el polvorín de Europa. Blanco
de invasiones, saqueos, e intereses estratégicos por una pequeña porción de territorio, los Balcanes
fueron campo de batalla de Imperio otomanos desde el siglo XV, Imperio
Austrohungaro a partir del XVIII que a lo largo de la historia tejieron un particular mosaico de identidades
culturales y religiosas que compartían lengua[2] común pero cada una
contaba con una identidad muy marcada. No es casualidad que el asesinato
del Archiduque Fernando en 1914, se produjese en Sarajevo precisamente de manos
de un grupo terrorista nacionalista, la Mano Negra, que buscaba la secesión del
Imperio Austrohúngaro.
Sin entrar en la historia, que no
es mi campo, el siglo XX dio pie a multitud de formas administrativas de un
mismo territorio, desde la Monarquía[3] en pleno periodo de entre
guerras a la federación yugoslava surgida a raíz de la 2ª Guerra Mundial, donde
las identidades nacionales eran respetadas en el marco de un Estado común.
Desde su alejamiento del estatalismo a finales de los 50, Yugoslavia fue la excepción del bloque del este, con niveles de crecimientos
muy altos, el desarrollo de una industria potente y sobre todo un grado de
apertura y de comercio exterior inaudito en todo el bloque comunista. Bajo el
liderato férreo pero inteligente de Tito se consiguió mantener unido un Estado
artificial en donde la balanza de poder permitía satisfacer a unos y otros
manteniendo en un plano secundario las tendencias nacionalistas de las dos
grandes potencias Serbia y Croacia. Todo cambió a partir de su muerte, en un
contexto de depresión económica en la década de los 80. La propaganda nacionalista empezó a funcionar
con éxito. En ese cóctel de intereses, los bosnios eran los peor parados frente
al poder de las grandes potencias que reclamaba mayores cotas de poder.
Bosnia
era un territorio esencialmente multiétnico. En su territorio, convivían en
relativa armonía croatas, serbios, judíos y musulmanes en la llamada Jerusalem de Europa. Como indica Carlos
Taibo, politólogo experto en la región, la amplia mayoría de bosnios se sentían
cómodos en la llamada Yugoslavia sin necesidad de identificarse a un
determinado grupo étnico. El ascenso de los nacionalismos frena en seco esta
convivencia, los partidos pasan a reclamar estados étnicamente puros, ya sea de
manos la gran Serbia de manos de Milosevic[4] o Croacia de Tudjman. En
Bosnia, pese a tener atribuido un papel de víctima pasó lo mismo, los nacionalistas
suplantaron el papel de los moderados, y los bosnios musulmanes, llamados
bosniacos, que constituían casi el 50% de la población, pasaron de ser un grupo más a ser un grupo
militante en busca de su propio Estado.[5]
Actual divisíón de Bosnia Herzegovina. Fuente: The Economist |
Esta
búsqueda de fronteras étnicas en un Estado esencialmente multiétnicos fue el
principio del fín de este sueño llamado Yugoslavia.
Esto nos hace plantearnos una profunda reflexión a día de hoy en una Europa
donde las minorías étnicas tienen cada vez más peso. ¿Es posible cimentar la convivencia
de un Estado en una voluntad común de sus ciudadanos distintos en origen y
cultura o por el contrario el Estado Nación tradicional se acaba siempre
imponiendo? En ese debate está gran parte del futuro de muchos de los
Estados europeos que en estos momentos están en búsqueda de una nueva
identidad. Podrían buscar por un lado la vuelta a los elementos básicos del
Estado Nación como símbolo de identidad nacional homogénea y de diferenciación
respecto de los nuevos inmigrantes o bien tratar de construir una nueva
identidad pro-futuro, una identidad más heterogénea que tomando como base
los elementos básicos de identidad nacional es capaz de integrar estas nuevas
realidades cuyos componentes a efectos legales tienen tantos derechos como cualquier otro ciudadano. En esta capacidad de crecer en la diversidad radicará el éxito de
nuestro modelo de integración
En Bosnia desafortunadamente, los acuerdos de Dayton legitimaron de facto una ilegalidad flagrante del derecho internacional.
La invasión serbia de manos de Karadzic y la constitución de la República Srpaska financiada por el gobierno de
Milosevic fue autorizada por la Comunidad Internacional después de la guerra. [6]En consecuencia, Bosnia
sigue siendo un Estado profundamente fragmentado, con más de un 40 % de
desempleo dividido en dos entes irreconciliables y donde la integración a la
Unión Europea sigue siendo para muchos una quimera. Pese al intento sobre todo de los más jóvenes superar las cicatrices
aún recientes de la guerra, el país sigue siendo ingobernable de facto como
comentaba un destacado dirigente bosnio-croata: “This country is not functional, stable or integrating, either in
itself or into the EU and NATO.”5
[1] Compuesta
por seis repúblicas Macedonia, Serbia, Montenegro, Bosnia, Eslovenia y Croacia.
Dentro de estas repúblicas están Kosovo y Vojvodina, regiones autónomas con un
estatus especial desde 1974.
[2] El serbo-croata
en sus distintas variantes es lengua común en todos estos países.
[3] La
Monarquia de 1929 a 1945, llamada el Reino de Serbios, croatas y Eslovenos.
[4] Si es
cierto que los serbios contaron con la maquinaria estatal y mediática a su
servicio y tuvieron más facilidad para acceder al armamento del extinto ejército
yugoslavo, también fueron víctimas de grandes injusticias en Bosnia y de desplazamientos
masivos de población en la Krajina y Eslavonia
[5] Los
musulmanes nacionalistas encontraron el apoyo de combatientes Mujaidines
procedentes de todos los países árabes y el propio presidente bosnio
Itzebegovic hizo un llamamiento en favor de la guerra santa y del exterminio de
los serbios en su territorio
[6] La
participación del nuevo Estado Bosnio que fue hecho por obra de Estados Unidos
y demás potencias intervinientes, quedó el 49% del Estado en manos de una
federación serbo-bosnia y el 51% restante en manos de la federación bosnia
musulmana con el establecimiento de una presidencia rotaroria.
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